¿Kime cuentas?
Sebastian Kim.
 

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¿Por qué esa cara?
2019-07-25

No ha pasado ni un año de gestión y el presidente ya se nota alterado, inquieto, molesto y desesperado; y no es para menos. Es bastante comprensible, dado que las cosas no le han salido como esperaba.


López Obrador imaginaba una cooperación total de la nación entera para con sus intenciones. Realmente creyó que bastaba con ganar una elección por una mayoría amplia y que eso le daría el poder de hacer las cosas a su manera. Tal vez pensó que todos aceptaríamos los sacrificios que él considerara necesarios con tal de que “nos fuera mejor”.


Quienes tenemos más uso de razón que imaginación ya sabíamos que eso no iba a suceder, pues no basta con quererlo, ni con pedirlo. Para tener el poder del pueblo, primero hay que ganarse su confianza, cosa que creyó haber logrado mientras hacía campaña. Sin responsabilidades, sin compromisos, sólo bastaba tener contentos a sus simpatizantes, bastante fácil. Pero, ¡oh, sorpresa! Ahora ve la diferencia entre criticar al gobierno y ser gobierno.


La muestra más reciente de lo que digo fue hace unos días en San Luis Potosí, donde al ser increpado por un grupo de manifestantes en el hotel donde el presidente se disponía a descansar, López no pudo contenerse y estalló


«No merezco esto», «esto que hacen es indebido», «democracia es orden», «esto es un acto de provocación», «siempre hay que respetar a la autoridad», fueron las frases más significativas del discurso. 


¿Y cuándo Obrador cerraba avenidas enteras y durante varios días en la Ciudad de México? ¿O qué tal cuando organizaba mítines y revuelcas en contra del gobernante en turno? ¿Las fuertes declaraciones y acusaciones (sin fundamento, por supuesto) hacia Calderón y/o Peña no eran una falta de respeto a la autoridad? Pero claro, olvidaba que sólo AMLO tiene la calidad moral para acusar y calumniar a quien él considere pertinente.


Cabe recalcar que se refirió a los manifestantes con un tono un tanto agresivo, además de que su expresión corporal y la facial, evidenciaron su molestia. Pero reitero, es de esperarse al ver los resultados que su administración ha tenido.


La delincuencia y la violencia en el país siguen a la alza, no han podido implementar una sola estrategia exitosa en contra de este grave problema en México. Tan sólo en estos 7 meses, López sostiene el récord de la tasa de homicidios: 22 por cada cien mil habitantes, superando la época de Calderón y la famosa “guerra contra el narcotráfico”, donde el promedio era de 9.75 por cada cien mil habitantes, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP). Un incremento abismal.


En economía, ni se diga; es evidente que no sabe lo que hace. Tan es así que la persona que el mismo presidente había designado para gestionar las finanzas públicas del país renunció para preservar su honor y su dignidad. 


Por sexta ocasión, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió que las prácticas locales están lastimando nuestra economía, pero Obrador prefiere ignorar estos avisos e incluso se atreve a menospreciarlos.


Renuncias por todos lados, su propio gabinete dejó de creer en él debido a las malas prácticas y sus pésimos resultados.


No ha tenido la capacidad de enfrentar a su homólogo estadounidense. Ha sido un títere que cumple los caprichos y gustos de Donald Trump y eso le debe estar doliendo bastante en el orgullo.


Y por último, pero no menos importante, el descontento general del pueblo. Su aprobación ha venido en descenso, contrario a lo que él pronosticaba y alardeaba. La gente ya no le cree, ya no le tienen ni paciencia, ni confianza. Pues dicen que “en lo poco se ve lo mucho” y lo que los mexicanos hemos visto, ha sido suficiente.


López Obrador debe aprender a saber rectificar, necesita consejo y lo necesita urgente. Si sigue creyendo que su intención es la única motivación que necesita, entonces México corre peligro. Porque es más peligroso un presidente enojado que uno tonto. 


Y tú, ¿Kime cuentas?


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