Ojalá fuera un mal sueño y no una pesadilla real. Una novela de horror o una película de ciencia ficción y no una dramática realidad. Sin embargo, existen millones de contagiados y muertos. En México han fallecido cientos de miles.
El confinamiento afecta y llena de ansiedad a las familias. El estrés desencadena infinidad de achaques. La salud se deteriora y la gente desconoce el porqué. En algunos hogares se acrecientan las disputas y la violencia intrafamiliar.
Las autoridades sanitarias alertan por la llegada de la cuarta ola de la pandemia, de las variantes, ómicron por delante. Muchos no toman en serio la amenaza y se relajan las medidas de prevención.
Al inicio, el año pasado, las calles, oficinas, parques, tiendas, centros de diversión y espacios públicos lucían desiertos. Hoy resurgen sin miedo las aglomeraciones. Pocos temen al Covid-19.
Los políticos reanudan las reuniones masivas. Se celebran eventos artísticos, deportivos, religiosos, sociales, etcétera.
Qué bueno, retorna también el turismo y se reactiva la economía. La inseguridad ni siquiera se tomó una tregua. Las ejecuciones, secuestros y en general los hechos delictivos, no descansan.
Le perdieron el miedo al coronavirus. Que siga la fiesta. Fuera los cubre-bocas. Vengan de nuevo los besos y abrazos fraternos. Al fin que ya nos vacunamos, por lo menos la mayoría.
--El Covid-19 no existe. Es puro cuento o invento del gobierno y de los laboratorios farmacéuticos trasnacionales para ganar dinero –gritaban o gritan aún unos.
¿Al diablo la pandemia?
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