Cuantas veces hemos escuchado al Presidente y sus seguidores que todo lo hecho en el pasado estuvo colmado de corrupción y de absurdos como el proyecto de refinería del que solo pudo concluirse la barda, a la que llaman “la barda de Calderón” o un tren ligero que correría de la CDMX a Toluca y del cual apenas se logró liberar el derecho de paso y construir menos del 35% de vías, puentes y túneles, al que ahora llaman “el tren maldito” por el que Peña Nieto has sido ampliamente criticado y casi crucificado.

Ahora hagamos un ejercicio de entelequia e imaginemos que Peña Nieto, cuando el tiempo se le vino encima, con tal de pasar a la historia como “el gran constructor del país”, hubiera inaugurado con bombo y platillo el referido tren o el Aeropuerto de Texcoco apenas con el 35% de la obra terminada, equivalente a la recepción del Proyecto arquitectónico concluido, a la obtención de las Manifestaciones de Impacto Ambiental, los permisos y licencias respectivos, al aplanado del terreno para las pistas de aterrizaje, a la cimentación de los edificios de la terminal y Torre de Control, así como la construcción de los primeres muros de éstas; en ese caso Peña habría sido llevado a un juicio sumario y condenado al ostracismo tanto por opositores y periodistas, así como por usuarios de redes sociales.

Ahora dejemos de imaginar y ubiquémonos en la triste realidad de un régimen local de la CDMX que, con tal de inaugurar una línea del metro, la línea 12, lo construyeron “al vapor” sin contemplar que las vías no eran las adecuadas para que circulara sobre ellas un tren construido con especificaciones para otro tipo de rieles, con inconsistencias entre el tipo de ruedas, neumáticas en lugar de hierro, y también entre el ancho de las vías y el de los ejes de los trenes, con lo que, aunado a la falta de mantenimiento (Gracias Sheinbaum), se ocasionó la caída de un puente con el convoy encima donde murieron 26 personas, quedando además un gran número de mutilados y heridos; aquí la pregunta sería si merecerían el mismo juicio sumario estos últimos, los constructores de la Línea 12 y los culpables de la falta de mantenimiento, Ebrard, Mario Delgado, Sheinbaum, Serranía y allegados, que el formulado a Calderón y Peña por obras que no se atrevieron a inaugurar porque estaban inconclusas o porque no habían siquiera iniciado su etapa constructiva, como es el caso de la Refinería de Tula, sobre la cual, la construcción de la barda perimetral era apenas el inicio para delimitar la obra y su costo apenas llegó a los 100 millones de pesos, una ínfima parte de lo que habría costado la referida Refinería en caso de haberse concluido y no haber sido cancelada por incosteable de acuerdo al criterio de la siguiente administración, la que responsablemente decidió no continuarla pues el mundo estaba cambiando hacia una nueva era, la de las energías limpias y renovables, y cuando muy pronto se daría, lo cual pronto sucederá, por terminada la era del petróleo y sus derivados como fuente de energía.

Y ahora finalmente ubiquémonos en la época actual, cuando a un mandatario de la misma calaña de los constructores de la Línea 12, se le está acabando el tiempo de los aplausos fáciles y decide, para mantener la popularidad a base de forzar el cumplimiento de sus promesas, en principio, “Inaugurar” un aeropuerto como el AIFA, que no ha servido en absoluto para desahogar el congestionamiento del aeropuerto “Benito Juárez” de la CDMX porque apenas pudo “obligar” a 3 líneas aéreas nacionales a operar unos cuantos vuelos (6 en total) desde la nueva terminal porque para las aerolíneas resulta incosteable hacerlo desde ahí, así como ahora, “Inaugurar la primera fase constructiva” (¡¡Qué es eso por el amor de Dios!!), de una Refinería cuyo costo ya rebasó en un 50% lo presupuestado y que si bien le va a AMLO, empezará a producir el primer litro de gasolina hasta el año 2026, 2 años después de que el irresponsable que ha cometido sendos “disfiguros” se haya ido a su rancho o sea a la Chin…bip…bip.

Estoy de acuerdo en que las comparaciones son odiosas, pero creo que también son necesarias para normarnos un criterio sobre la forma en que se está gastando el recurso que con tanto esfuerzo generamos los mexicanos a través de nuestros impuestos. Además del hecho de que a los aplaudidores del régimen les encanta hacer siempre alusiones a cómo eran las cosas en el pasado contrastándolas con cómo son ahora, espero que estos ejemplos los ayuden a ser más justos en sus respetables apreciaciones sobre el quehacer de sus admiradas autoridades.