Esta semana dio mucho de qué hablar la propuesta presidencial de que debemos pasar de la “Austeridad Republicana” a la “Pobreza Franciscana”; conceptos que AMLO entrelaza como si una debiera ser consecuencia de la otra, lo que implicaría que para instaurar la segunda, primero debimos haber cumplido en todas sus partes con la primera, es decir, que realmente se hubiera instaurado primero un gobierno verdaderamente austero, cosa que está muy lejos de ser cierto, aunque el régimen trate de hacernos creer por todo los medios de que así es, sin poder comprobarlo en los hechos, pues por ejemplo, si bien, ya no se ocupa el Avión Presidencial, la sospecha de que se están haciendo gastos extraordinarios, quizá superiores a los que requeriría la operación del avión, con la movilización de la comitiva Presidencial durante las giras del Ejecutivo Federal, en aviones de la Fuerza Aérea Mexicana, mientras el Presidente, en el colmo de la hipocresía y del absurdo se sube a aviones de Línea para realizar sus desplazamientos, la sospecha, decía, poco a poco se ha venido revelando como parte de una realidad cotidiana.

Por otro lado, el incremento del 120%, en promedio, en el costo de las obras emblemáticas del Presidente, como el 170% de incremento en el Tren Maya, el 50%, hasta hoy, de incremento en la Refinería de Dos Bocas y de más del 150% en el Aeropuerto “Felipe Ángeles”, aun inconcluso, dan cuenta de que la multicitada austeridad, son puros cuentos “engañabobos”.

En el mismo sentido se inscribe la operación de los Programas sociales y de asistencia, así como las demás acciones del gobierno en todos los rubros, donde más que resultados nos presentan la triste realidad de que se han convertido en auténticos “barriles sin fondo” donde se está yendo nuestro dinero, el que aportamos a través de los impuestos que pagamos        

Y ahora, supuestamente ya superada la etapa de recomposición de las finanzas por la vía de la austeridad, nos propone AMLO una nueva etapa a la que él denomina de “Pobreza Franciscana”, que solo él sabe si quiera decir que tendremos un gobierno pobre o una ciudadanía miserable, ya que en estos 4 años caímos a la categoría de pobres;  insertando a su discurso una connotación religiosa inaceptable en un país como el nuestro, cuya Constitución describe como una República Laica, entre otras características como la de ser Federal, Representativa, Pluricultural y Democrática.

En ese contexto, son recurrentes en AMLO las alusiones al pensamiento “Franciscano” del Papa Francisco, cuyo nombre el cardenal Vergolio escogió cuando fue elegido Papa para hacer manifiesta su devoción por el Santo de Asís y su intención de imprimir a su papado un ministerio fundado en la pobreza, la humildad y la compasión por sus semejantes, así como por la naturaleza, tal como lo hizo San Francisco de Asís, fundador de la primera orden Franciscana, así como de la primera orden religiosa conformada por mujeres, que fue la de las Clarisas.

Todo lo anterior, indebido en un país laico, como decía, solo se puede explicar por un hipócrita deseo de congraciarse con “Su Santidad” quien, al pertenecer a la orden Jesuita, pudo sentirse agraviado por el asesinato de los 2 sacerdotes Jesuitas perpetrado recientemente en la sierra Taraumara, pero sobre todo por el tratamiento poco o nada empático de AMLO hacia el dolor del clero católico a quienes describió como hipócritas por estar “apergollados” por la oligarquía mexicana, cuando respetuosamente le pidieron revisar su estrategia de seguridad, con la frase “ya no alcanzan los abrazos para tanto balazo”.

Así las cosas, la supuesta “pobreza franciscana” de AMLO, suena más falsa que una moneda de 3 pesos, además de lo hueco que se escuchan esas palabras viniendo de un connotado Cristiano de la secta “pentecostés”, es decir, de alguien que no reconoce la autoridad, ni siquiera moral, del Papa, al enarbolar conceptos que, por definición, le son totalmente ajenos y no solo por el hecho de profesar una fe distinta a la católica, sino porque en los hechos ha demostrado su menosprecio por la curia católica, por la Iglesia y por los católicos en general.