Al dejar de haber vehículos a altas velocidades, el índice de accidentes bajó prácticamente a cero, con lo que se hicieron innecesarias las ambulancias. Así, los hospitales se pudieron dedicar a tratar las enfermedades epidémicas con todo el tiempo del mundo y con gran éxito.
Y mejoró sensiblemente la convivencia humana.
En cada calle, las comunidades se convirtieron en aldeas globales en las que prevalecía el bien común de cada célula de vecinos. Organizados por cuadras o barrios, los ciudadanos se dieron el lujo de conocer a sus vecinos, de escuchar de ellos sus cuitas y sus pensamientos, de ayudarse unos a otros.
Los gritos e insultos de auto a auto que se daban cotidianamente se transformaron en saludos de mano y pláticas amables cuando las personas tuvieron una comunicación más cercana, una comunicación más humana. Ese hecho también redujo a casi nada la cantidad de heridos en toda la ciudad.
Dos años después, los xalapeños terminaron convertidos en verdaderos atenienses, porque la tranquilidad y la paz los convirtió en ciudadanos más civiles y más civilizados… y esa calma chicha los orilló a la lectura, a la preparación, a la cultura.
Y recuerden que un pueblo culto es un pueblo pacífico y feliz.
sglevet@gmail.com |