Me causa mucha indignación y extremo coraje que así piense el Comandante Supremo de nuestras Fuerzas Armadas. El Estado debe garantizar la paz y la seguridad de los mexicanos; no es un favor, es su obligación.
Ya son once enfrentamientos entre militares y civiles en lo que va del año. En la mayoría de ellos, los militares no han repelido, ni evitado las agresiones. Al contrario, han recibido las mismas sin responder, dejando como consecuencia soldados heridos, algunos más graves que otros.
Ahora bien, estamos hablando de que estos supuestos civiles, evidentemente son delincuentes. Pues los enfrentamientos se han dado siempre que el ejército o la nueva Guardia Nacional han dado golpes contra el crimen organizado.
Ya sea que hayan desmantelado casas de seguridad, resguardado almacenes con artículos robados (huachicol, por cierto, que sigue vigente y a la alza) o hecho algún operativo afín, es cuando los “pobladores” han decidido atacar. Qué casualidad...
Esto es muy peligroso. El hecho de que López Obrador no quiera imponer las fuerzas del orden sobre la delincuencia nos deja a los mexicanos vulnerables. Indefensos ante un “cobro de piso”, un “levantón”, un asalto o cualquier delito, sea menor o mayor y eso me parece muy grave.
El último enfrentamiento se dio esta semana en Acajete, Puebla, donde los militares sí repelieron las agresiones y lograron resguardar una bodega con vehículos robados y mercancía diversa.
A raíz de ello, la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) emitió un comunicado en donde expresó a la sociedad que «ante la ocurrencia de un delito y en los casos en los que el personal militar o de la Guardia Nacional acudan con el objeto de garantizar la seguridad y paz en el país, y sean objeto de una agresión se actuará en su defensa legitima conforme a los principios del Uso de la Fuerza y su gradualidad, para proteger la vida e integridad física de los miembros de las Fuerzas Armadas, con estricto apego al orden jurídico vigente y a los Derechos Humanos».
Me provoca un respiro de aire fresco haber leído lo anterior; saber que, por lo menos, ya hay una respuesta. Pero por supuesto, no está ni cerca de ser suficiente.
Espero que el ejecutivo federal recapacite y empiece actuar como lo que es: jefe de Estado. Y que entienda que al ser él el encargado de garantizar la seguridad en el país, también es responsable de cada muerte de los mexicanos a manos de la delincuencia. ¿Cuántas más estará dispuesto a cargar antes de querer aplicar la Ley?
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