He de admitir que yo mismo caí en su juego y al principio jugué bajo sus reglas. No obstante, noté que señalar al que piensa distinto con estos calificativos sólo permiten que López continúe fallando sin reparo alguno. Es decir, que haga lo que quiera sin que el pueblo se lo señale, pues este está ocupado “protegiendo” al presidente de sus «adversarios».
Pero ¿quiénes son esos tan malvados adversarios que impiden que el gobierno de Andrés Manuel dé resultados? Muy sencillo, cualquiera que disienta con él. No importa a qué sector pertenezca, cuando alguien alza la voz para expresar que no comparte las ideas del ejecutivo federal, en ese momento dejan de importar su color de piel, sus rasgos físicos, su raza, su ideología, su inteligencia y sus actos ante la sociedad y pasa de ser un mexicano a ser un enemigo del gobierno.
Esta situación ha provocado que México se deje de preocupar por el futuro del país y ahora sólo esté enfocado en ver quién tiene la razón, si los simpatizantes o aquellos que no lo son. Pero mientras eso sucede, el gobierno ha cometido errores garrafales y, además de que muy pocos lo hemos señalado, no han habido consecuencias para quienes han fallado.
Considero muy grave esta situación. Pasamos de ser un país unido que exigía resultados favorables a quien fuera el encargado (sin importar los colores), a uno muy dividido que solapa cualquier error del gobierno de López Obrador.
Por poner un ejemplo reciente de que esto es dañino para la nación, hoy todos están hablando de racismo, debido a las declaraciones del presidente al anunciar que los adultos mayores indígenas se pueden jubilar a los 65 años de edad, mientras que los mestizos lo podrán hacer hasta los 68.
Pero el problema no es de razas, es de impuestos.
Nadie (o casi nadie) ha caído en la cuenta de que con esta falsa dicotomía, López Obrador acaba de aumentar la edad de jubilación. Ese es el verdadero problema, de eso deberíamos estar hablando, pero no, todos están muy ocupados tachando de racista al presidente. Yo mismo caí en esa trampa también, pero ahora lo comprendo.
Debemos dejar de hacerle caso al presidente, tenemos que dejar de separarnos como él quiere. Es vital que dejemos de confiar a ciegas y que empecemos a exigir resultados positivos. Ya no solapemos errores, ya no justifiquemos la ineptitud de nuestros gobernantes. ¡Nos está costando vidas y muchas!
Y del otro lado, dejemos de hacer menos a quienes le creen a Obrador, ellos no son malos, sólo inocentes. Me refiero exclusivamente a la gente, pues me queda claro que su gabinete y quienes le sirven son igual de lacerantes que él y ellos sí dividen de manera intencional, pues también les conviene.
Es momento de despertar, México. A los de abajo, los que trabajamos y buscamos un futuro próspero, nos conviene estar unidos como pueblo. Debemos señalar todos y cada uno de los errores del gobierno. Porque no nos están haciendo ningún favor, es su obligación respondernos, para eso los pusimos ahí. No caigamos en provocaciones, evitémoslas, porque el «divide y vencerás» que practica López Obrador y sus sirvientes sólo puede combatirse con la unidad que tanto nos ha caracterizado como nación.
Y tú, ¿Kime cuentas?
Sígueme en Twitter: @kimsebastian_
Mándame un correo: kimecuentas@gmail.com |