Lo preocupante es que la gente no ve esto, sólo ve una especie de marcador imaginario en el que López Obrador va “ganando”. ¿A qué me refiero? Así como en esta última, en las renuncias anteriores el pueblo celebró las palabras del mandatario nacional cuando sugirió que estas le hacen bien a su gobierno.
¿Cómo es que bajas tan elementales como lo son la dirección del IMSS, la administración del dinero público y un ministro de la Corte son benéficas para el gobierno? Tal vez sean positivas para los planes de Obrador, pero, sin duda, no lo son para el país.
Debo decir, estimados lectores, que parece que México no conoce de historia, o peor aún, que no le interesa. No sé si sólo sea un síntoma que se presente en tierras aztecas, pero existe un pensamiento común ante todos los males que hay en distintos rubros y con distintos factores y ese es: “a mí no me va a pasar lo mismo”.
Cierro diciendo que no hay peor ciego que el que no quiere ver, pues parece ser que en México presenciaremos poco a poco la concentración del poder de toda una nación en una sola persona y despediremos nuestra democracia y por tanto, nuestra libertad, bajo estruendosos aplausos de ignorancia y alegría.
Espero que no sea así, pero eso no dependerá de la suerte, ni del destino, sino de nosotros como nación; de que queramos evitarlo y luchemos por ello. Aún hay tiempo, debemos aprovecharlo…
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