NO SE NIEGA, de ninguna manera, que los ciudadanos de Veracruz, se manifiesten para que la autoridades reaccionen y esclarezcan hechos que pudieran ser constitutivos de un delito mayor, pero lo sucedido ayer en el centro de la capital veracruzana, indica, sin duda, un verdadero exceso de la libertad que se concede para exigir el cumplimiento de las acciones de investigación y castigo, finalmente, para quien resulte responsable.
Cierto es que hasta el momento no se han tenido o no se han dado a conocer los resultados de una verdadera investigación en el caso del joven fallecido en los separos de la policía, después de su ingreso en vida y con evidente estado de buena salud, según se hace constar en declaraciones obtenidas.
La falta, quizá, de una mayor preocupación del gobierno del Estado, para solucionar este problema, dio lugar a los bochornosos acontecimientos suscitados en el centro de la ciudad, donde además, los supuestos manifestantes, arremetieron contra todos y contra todo, pues bien se ha dado cuenta de las fechorías cometidas y sin que autoridad alguna se hubiera aparecido para resguardar el orden y detener, en todo caso, a los agresores, que bajo el amparo de una supuesta protesta, se dedicaron a cometer delitos en contra del patrimonio de muchas personas, principalmente, en establecimientos, empresas y negocios que funcionan en ese lugar.
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No debe ser tolerable esta situación, porque se deja en estado de indefensión a quienes resultaron agraviados. La ausencia de las suficientes garantías de protección de bienes y personas, también es parte de una situación de responsabilidad por parte del Gobierno municipal y del Estado, consecuentemente.
Una acción por parte de los manifestantes, que resultó ser una verdadera agresión en contra de la ciudadanía, que en este caso no tienen nada que ver con la protesta, contrasta, definitivamente, con la inacción de las autoridades municipales y estatales, ante la evidencia concreta de la comisión de una serie de delitos y ante los cuales no hubo ninguna reacción.
Ante estos hechos, debe haber infinidad de videos que muestran las tropelías cometidas, donde pareciera, de pronto, que se hubieran soltado los demonios en una tarde pacífica.
Una vez más hubo falta de garantías de seguridad a los ciudadanos veracruzanos, ante hechos concretos y sin sorpresa alguna, pues se tiene entendido que la comisión de estos delitos fue por varios minutos, con tiempo suficiente para que la policía hubiera intervenido. No cabe duda de que en estos hechos, hubo un pueblo agredido y muchos responsables, entre ellos, el mismo gobierno municipal y estatal al no haber atendido un asunto profundamente delicado que pudo, en determinado momento, haberse salido de control con las consecuencias mayores en pleno centro de la capital.
Los daños causados fueron cuantiosos, sobre todo, en algunos establecimientos que apenas si pueden reunir, en estos tiempos, para cumplir con sus mínimos compromisos.
El estado de derecho, nuevamente, se vio rebasado. Los gobiernos municipal y del Estado, en serios aprietos ante esta situación, donde la prioridad estaba en proteger la vida de muchas personas, los bienes de muchos propietarios de negocios, quienes, al parecer, se tuvieron que rascar con sus propias uñas, al no encontrar el apoyo oficial.
La impunidad, se volvió a presentar, con todos sus indicios, en una serie de actos que reflejan vandalismo y falta de respeto por las instituciones, por las personas y por el derecho de los demás a vivir pacíficamente. No se entiende que en estos tiempos, se siga permitiendo esta serie de actos que ponen en riesgo la vida de los demás, los derechos de todos los veracruzanos, ante manifestaciones de odio por una situación complaciente de los propios responsables de mantener el orden.
Xalapa, no merece este trato. Xalapa, merece un gobierno de altura, que imponga respeto y evite, de la misma manera, los excesos de quienes pretendan, bajo pretextos, cometer los delitos a su antojo y ante la vista de quienes gobiernan.
Protestar se vale y quizá ante los hechos que presumiblemente fueron cometidos por la propia policía, mucho más todavía, pero todo tiene un límite. Si no se toman las medidas necesarias para imponer el orden, caeremos, sin duda, en hechos mucho más delicados, como ha sucedido recientemente, en los Estados Unidos, donde el caos generado puso en serios problemas al mismo gobierno.
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CRECERÁ LA VIOLENCIA.
HAY EVIDENCIAS de que la inseguridad crecerá a niveles nunca vistos en todo el país y de manera especial en Veracruz.
La pandemia del coronavirus, que obligó a tanta gente a quedarse en su casa, generó al mismo tiempo violencia intrafamiliar, pero también en las calles, donde se tiene entendido que una vez que comience la supuesta normalidad, los delitos de robo, asaltos, secuestros y toda una gama de actos fuera de la ley, podrían aumentar en virtud de las necesidades económicas que se tienen.
La policía, también, se ha visto involucrada en hechos de esta naturaleza, luego de saberse que en retenes establecidos, se han dedicado a la extorsión sin medida, aún cuando sus funciones sean otras. A la policía ya se le tiene temor, porque ellos tienen la ventaja mayor ante una ciudadanía desprotegida, pues el poder en sus manos, las armas que poseen y que pueden ser utilizados con toda autorización oficial, son un riesgo para la propia población.
Por otra parte, la misma delincuencia se ha puesto en condiciones de atacar a cuanta persona sea necesario, pues ahora la situación económica aprieta, de tal manera que se ha llegado a creer que también haya personas que sin ser delincuentes, tengan que utilizar estas estrategias para tener de comer, pues mucho se ha dicho que estas condiciones impuestas por la pandemia y por las mismas acciones de los gobiernos, en sus tres esferas de poder, están empujando a toda la gente a tener que buscar la subsistencia a como dé lugar.
Crítica situación es la que se vive en estos tiempos, con una amenaza a la salud de todos y por la imposición de un sistema de gobierno que anula toda oportunidad para que los mexicanos, puedan salir adelante.
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CUITLAHUAC, NO SE VA.
HA TRANSCURRIDO un año seis meses, dentro de este sexenio en Veracruz, sin que se vean señales de que algo se haga para darle sentido a un gobierno que forma parte, sin duda, de la llamada cuarta transformación. Se dijo, desde hace mucho tiempo, que el gobernador del Estado, podría ser separado de sus funciones, a través de una instrucción superior que lo obligara a pedir la licencia correspondiente, para unirse al equipo del Presidente, allá, en el altiplano y dejar que otra persona se haga cargo de la administración estatal. Esto se ha dicho permanentemente, basando esta posibilidad, no en el hecho de que en Veracruz, no se hayan cumplido los principales principios políticos del gobierno federal, sino en las necesidades electorales que puedan respaldar el proyecto político del jefe de la nación.
Sin embargo, ya faltan seis meses más para que esta creencia y anhelo de los veracruzanos, se pudiera hacer realidad. El problema es que tal orden la podría dar precisamente el Presidente, dueño de la posición política del Gobernador de Veracruz, pero se han notado antecedentes de que el mandatario nacional, no quiere hacer caso a los ruegos de los propios gobernados, ni tampoco velar por sus intereses políticos. Tal vez, se la juegue en estas condiciones, sabiendo de antemano que Veracruz, no tiene sustento político electoral, para mantener la presencia política de su partido.
Lo anterior quiere decir, que no importa que salga perdiendo, pero el Presidente, se ha puesto necio en dejar las cosas como están, desapareciendo la oportunidad de los veracruzanos, de tener un cambio en estos primeros dos años de supuesto gobierno.
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Y MAÑANA, aquí nos encontraremos, si otra cosa no sucede.
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