La violencia y la anomia social germinaron en este clima de crisis permanente generado por la despetrolización. Lo que perdieron estos pueblos, más allá del empleo, fue su brújula de orientación comunitaria, una reproducción cultural articulada en torno de la empresa y el sindicato que, con todo y sus miserias, les proporcionaba sentido y perspectiva de futuro. Todo o casi todo (el deporte, el espectáculo y la política) tenía que ver con esos dos nodos articuladores.
Por supuesto que la decadencia de la empresa y del sindicato tiene el lado progresista del aflojamiento de la dominación paternalista, charra y caciquil. Pero el problema fue que el neoliberalismo no proporcionó nuevas formas de socialización y reproducción cultural. Simplemente desarticuló las antiguas.
La solución de fondo a esta extensiva y profunda disgregación social es, por supuesto, la generación de un nuevo ciclo de prosperidad regional. La recuperación de la paz pasa por la recuperación del empleo. Pero mientras tanto es necesario impulsar un conjunto de iniciativas culturales dirigidas a la reconstitución comunitaria de los pueblos del sur de Veracruz: el pegamento social y la identidad puestas en suspenso por la desindustrialización pueden regenerarse a través de la recuperación o reinvención de la historia y las tradiciones.
Y no se trata de hallar el hilo negro. Desde hace décadas el movimiento jaranero en el sur de Veracruz construyó un sentido de identidad y orgullo en el espacio vacío dejado por la crisis del estado desarrollista y el subsiguiente neoliberalismo. Aunque a pequeña escala, contra viento y marea, sin mucho apoyo oficial, un sinnúmero de grupos, casas de cultura y festivales se volvieron los nuevos referentes de socialización en los pueblos abandonados por el progreso. Algunos, incluso, tienen renombre internacional y han prosperado en medio de la decadencia social que les rodea. Son ejemplos exitosos de iniciativas culturales en condiciones adversas.
Nuestros gobernantes deberían poner más atención a este fenómeno. La llamada industria cultural puede generar empleos y, además, suscitar energías que actúen positivamente sobre un pueblo disperso y pulverizado.
*Economista, latinoamericanista y asesor parlamentario |