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Job Hernández
 

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Crisis económica, disgregación social e iniciativas culturales
2021-04-11

La restructuración productiva de orientación neoliberal golpeó fuertemente a Veracruz. La venta de los ingenios azucareros, el desmantelamiento de la industria petrolera, la crisis del café y la agonía de industrias tradicionales como la textil, desarticularon un conjunto de economías regionales que sostenían el crecimiento del producto estatal y la estabilidad social.


La región sur es un caso paradigmático y especialmente grave. Los encadenamientos productivos del ciclo del petróleo y sus sinergias sociales fueron reemplazados por el desempleo, la migración y la pobreza en pueblos altamente dependientes de formas de socialización estrictamente modernas, como el trabajo asalariado. Despojados de su vínculo con la tierra y sus tradiciones a lo largo del siglo XX, ahora fueron expulsados del paraíso prometido del desarrollo industrial. Se convirtieron en pauper post festum: pobres después de la fiesta.


Las consecuencias sociales no se hicieron esperar. Coatzacoalcos ocupa un lugar distinguido a nivel nacional entre las ciudades con más alto índice de informalidad y pobreza laboral. Y su periferia está formada por municipios afectados en los años noventa por una migración tan extensiva que, en algunos casos, significó la reducción absoluta de la población: por ejemplo, Jáltipan pasó de los 40 mil habitantes que tenía en los tiempos de la Azufrera Panamericana a los 37 mil que quedaron diez años después del cierre de esta paraestatal.


La violencia y la anomia social germinaron en este clima de crisis permanente generado por la despetrolización.  Lo que perdieron estos pueblos, más allá del empleo, fue su brújula de orientación comunitaria, una reproducción cultural articulada en torno de la empresa y el sindicato que, con todo y sus miserias, les proporcionaba sentido y perspectiva de futuro. Todo o casi todo (el deporte, el espectáculo y la política) tenía que ver con esos dos nodos articuladores.


Por supuesto que la decadencia de la empresa y del sindicato tiene el lado progresista del aflojamiento de la dominación paternalista, charra y caciquil. Pero el problema fue que el neoliberalismo no proporcionó nuevas formas de socialización y reproducción cultural. Simplemente desarticuló las antiguas.


La solución de fondo a esta extensiva y profunda disgregación social es, por supuesto, la generación de un nuevo ciclo de prosperidad regional. La recuperación de la paz pasa por la recuperación del empleo. Pero mientras tanto es necesario impulsar un conjunto de iniciativas culturales dirigidas a la reconstitución comunitaria de los pueblos del sur de Veracruz: el pegamento social y la identidad puestas en suspenso por la desindustrialización pueden regenerarse a través de la recuperación o reinvención de la  historia y las tradiciones.


Y no se trata de hallar el hilo negro. Desde hace décadas el movimiento jaranero en el sur de Veracruz construyó un sentido de identidad y orgullo en el espacio vacío dejado por la crisis del estado desarrollista y el subsiguiente neoliberalismo. Aunque a pequeña escala, contra viento y marea, sin mucho apoyo oficial, un sinnúmero de grupos, casas de cultura y festivales se volvieron los nuevos referentes de socialización en los pueblos abandonados por el progreso. Algunos, incluso, tienen renombre internacional y han prosperado en medio de la decadencia social que les rodea. Son ejemplos exitosos de iniciativas culturales en condiciones adversas.


Nuestros gobernantes deberían poner más atención a este fenómeno. La llamada industria cultural puede generar empleos y, además, suscitar energías que actúen positivamente sobre un pueblo disperso y pulverizado.


 


*Economista, latinoamericanista y asesor parlamentario

 
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