A los problemas de la educación superior en México hay que agregar algunas particularidades cuando se trata del caso veracruzano. En nuestro Estado existen 21 mil docentes y 210 instituciones que atienden a cerca de 250 mil estudiantes pero la tasa de cobertura es menor que la nacional en cuatro puntos porcentuales. La ampliación de la matrícula es, por mucho, el principal problema. Peor aún si tomamos en cuenta que existen diferencias significativas en la cobertura por regiones. Mientras en la capital la tasa es de 62 por ciento, seguida del Sotavento con 48 por ciento, en la región de Los Tuxtlas es apenas de 13 por ciento. En Nautla alcanza 15 por ciento y en la Huasteca Alta es de 16 por ciento. Salvo los dos caso mencionados primeramente, la cobertura en todas las regiones de Veracruz está por debajo del promedio nacional.

La concentración de los servicios educativos en este nivel es alta. Y de allí se derivan problemas importantes de desigualdad y deserción. Las familias veracruzanas se ven obligadas a enviar a sus hijos a Xalapa u otras grandes ciudades si los quieren con un título universitario. Y eso implica gastos adicionales de manutención que no todos pueden solventar. El acceso se restringe por esa vía afectando a los más pobres. ¿Cuántas carreras no se han truncado porque nuestros jóvenes no pueden pagar la renta o su alimentación lejos de su lugar de origen? ¿Qué porcentaje de la tasa de deserción escolar corresponde a esta alta concentración de los servicios educativos?

En el rubro del abandono escolar la situación veracruzana también es más grave que la nacional. Mientras ocho de cada cien estudiantes en promedio abandonan la universidad en México, la cifra es de catorce por cada cien en nuestro estado. Y la tasa es más alta en el caso de la capital donde una quinta parte de los estudiantes ve truncado sus estudios. En los últimos años esta situación se ha paliado con un mayor alcance de los programas de becas. Pero tal vez sea la hora de atacar los factores estructurales y apostarle más decididamente a la descentralización, siguiendo el ejemplo de las Universidades para el Bienestar Benito Juárez o los plantes de la Universidad Veracruzana Intercultural. Y en el caso de Xalapa, sería bueno pensar en una infraestructura de soporte por lo menos en el ámbito de la alimentación, al estilo de los comedores de la Universidad Autónoma Metropolitana (donde los estudiantes comen por diez pesos).

La Universidad Veracruzana tiene una gran responsabilidad en la solución de estos problemas. Por el volumen de sus recursos financieros y humanos nuestra máxima casa de estudios sigue siendo la palanca fundamental para impulsar una mejora sustancial de los indicadores señalados. Pero para lograrlo, la UV tiene que mejorar su propio desempeño. Porque 5 mil estudiantes la abandonan anualmente, ante todo por no contar con apoyos en alojamiento y alimentación. Y la eficiencia terminal en la veracruzana es de 44.5 por ciento mientras a nivel nacional es de 68.3 por ciento. Además, el costo de estudiar en esta institución es de 84 mil pesos al año mientras el promedio nacional es 10 mil pesos más barato. De manera que a la ampliación de la cobertura se suma la necesidad de abatir los costos, mejorar la eficiencia terminal y reducir la tasa de deserción.

Estos y otros problemas los he conversado largamente con el doctor Darío Fabián Hernández González, colega economista de sólida formación profesional y profunda vocación humanista que busca desempeñarse como Rector de nuestra alma máter. Estoy convencido de que, dicho llana y sinceramente, es la mejor opción, sobre todo porque tiene respuestas concretas y factibles. ¡Que la fortuna le favorezca en beneficio de nuestra queridísima Universidad Veracruzana! Y que el presente proceso de selección se vuelva un auténtico punto de bifurcación en la historia de nuestra casa de estudios.

*Economista, latinoamericanista y asesor parlamentario