La historia de Miguel de Santa María –nacido en el Puerto de Veracruz en 1789- está cargada de simbolismo para el presente. No fue un hombre de armas sino de letras, específicamente un diplomático diestro y muy activo en su tiempo. Como ministro plenipotenciario de México fue el encargado de firmar el tratado definitivo de paz y amistad entre nuestro país y España, conocido como Tratado Santa María-Calatrava. Es decir, acordó los términos de la relación con la potencia declinante en torno del hecho irreversible de nuestra independencia.
De la misma forma, pero en este caso como ministro plenipotenciario de la Gran Colombia y enviado especial de Bolívar, Santa María fue quien acordó el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre México y Colombia, lo que significa que evaluó tempranamente la necesidad de la unión de la Patria Grande en la mejor tradición latinoamericanista.
Por desgracia, como lo mencionó Miguel Salvador Rodríguez Azueta en un artículo para La Jornada Veracruz, Miguel de Santa María “ha sido relegado de la historia nacional” y no existe “un reconocimiento a sus logros que son nuestra herencia”.
Sirva el 238 aniversario del natalicio de Simón Bolívar y los discursos aquí evocados del Presidente y el Embajador de Venezuela para recordar a este insigne veracruzano, no tanto por su persona sino por su obra. Y aprovechemos la ocasión para replantearnos el lugar de Veracruz en el mundo, como seguramente lo hubiera hecho Santa María: aceptando el dato duro de la declinación de la potencia dominante y desarrollando una afinidad electiva con nuestros hermanos latinoamericanos a la luz de los reacomodos geopolíticos del momento.
Cambiemos también de norte: la supeditación exclusiva de nuestro estado a la potencia declinante, a la manera de un espacio que le proporciona commodities, ya no tiene futuro. Lo que viene es el aprovechamiento de nuestro posición estratégica en un mundo en que, como preveía el Barón de Humboldt, el comercio con China va siendo cada vez más importante. Y en ese escenario el istmo de Tehuantepec, lo que Cortés mencionaba como el secreto del estrecho, la comunicación comercial entre los dos océanos, viene a ser de vital importancia.
*Economista, latinoamericanista y asesor parlamentario |