Voz en Libertad.
Francisco Guisa Hernández.
 

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“Los de Abajo”
2022-03-24

En la novela “Los de Abajo” del muy ilustre escritor mexicano Mariano Azuela, la que a mediados del siglo XX se llevó a la pantalla grande en la época de oro del cine nacional, se ve reflejada buena parte de la etapa revolucionaria de México con escenas por demás dramáticas de rebelión, salvajismo y destrucción, cuando cualquier muestra de riqueza, poderío y sofisticación de los grandes hacendados representaban, para los “soldados revolucionarios” y sus “adelitas” y no forzosamente para los jefes, Coroneles y Generales,  el “enemigo a destruir”; y así pueden verse hordas salvajes irrumpiendo en las “casas grandes” de las haciendas y los pueblos para violar mujeres y niñas, esposas e hijas de los terratenientes, beberse el cogñac y champagne como si se tratara de vil aguardiente, destruyendo vitrinas, comedores, sillones, alfombras y cortinas en un desenfrenado salvajismo más propio de Vikingos y barbaros, o lo que nos han dicho de ellos, que de patriotas que aman a su país y quieren verlo progresar y florecer.


De todas estas dantescas escenas, las más dramáticas quizá son las que reflejan la desesperación y frustración de ciertos personajes ilustrados y cultivados que habiendo  estudiado carreras universitarias se unieron a lasa filas revolucionarias convencidos de que era necesario un cambio drástico en el país, los que aterrados observan como sus correligionarios cual bestias salvajes irrumpen en las bibliotecas de los grandes señores para apilar libros y prenderles fuego junto con cortinas, manteles y todo tipo de papel, ya sean cartas, títulos de propiedad o testamentos, además de aquellas en las que se pone a los hacendados frente al pelotón de fusilamiento para deshacerse de ellos, así como el irracional y brutal  sacrificio de los mejores y más finos sementales de los corrales para hacerlos en una “rica barbacoa” para la tropa.


Todo lo anterior estaba sustentado en el odio acumulado durante décadas por los abusos de los terratenientes hacia los jornaleros y sus familias imponiendo costumbres propias del feudalismo en el campo de un país que supuestamente había roto las cadenas de la esclavitud cien años atrás, y al respecto podrían ser justificables las irrupciones y destrucción de las “tiendas de raya” o el fusilamiento de los hacendados, pues estos representaban la opresión a la que estaba sometido el pueblo.


Hoy en día y a poco más de cien años de concluida la Revolución volvemos ver al “pueblo tomando el poder” y estamos presenciando acciones equivalentes a aquellas reflejadas en la novela de referencia, guardadas las debidas proporciones, la destrucción de los libros de texto para convertirlos en vehículos de adoctrinamiento, equivalen a la quema de libros de los hacendados narrados en la novela, y en el hecho de poner la educación de nuestros hijos en manos de una delincuente electoral, Delfina Gómez, la similitud con el salvajismo de la revolución se explica por si solo.


Cuando el día de antier vimos escenas tan patéticas como la de vendedores ambulantes en los pasillos del Aeródromo, que no Aeropuerto, Felipe Ángeles, durante su inauguración y a señoras humildes, y respetables por cierto, vendiendo garnachas y fritangas en los mismos pasillos, las imágenes nos remitieron a escenas de la película “Los de Abajo” que hemos comentado aquí.


Mas allá de que todo esto, aunado a las figuras de luchadores en los baños del aeródromo, sean de un pésimo mal gusto y no representen al México moderno que quisiéramos vender como imagen al exterior, y más allá también de las acusaciones de “clasismo” y discriminación  con que el régimen está señalando a quienes observamos todo esto como de un supino salvajismo y mal gusto, sobre todo porque es evidente que los ambulantes y fritangueros no llegaron hasta allá espontáneamente y por sus propios medios, sino que fueron llevados por los organizadores, y aquí valdría la pregunta ¿Quiénes son entonces los que los humillan?, los que los observamos como “fuera de lugar” o quienes los utilizaron como escenografía.


Finalmente es de aclarar que nadie desea que le vaya mal a México y mucho menos que la saturación del espacio aéreo de la CDMX y su pésimo manejo empiecen a generar accidentes, pero eso no significa que dejemos de observar y opinar respecto a la desbordada e inexplicable “celebración” de los seguidores del régimen que en su irracional júbilo se atreven a confrontar a los que pensamos diferente con su caracteristico entusiasmo surgido de su “triunfo”, innegable por cierto, en 2018, reciclando frases tan absurdas como “están ardidos” o “¡¡Quieren llorar, Quieren llorar!!”, como si la Terminación, (que no hubo tal, pues está inconcluso), del mal llamado Aeropuerto fuera motivo de celebración.

 
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