Voz en Libertad.
Francisco Guisa Hernández.
 

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¡¡POR FAVOR NO NOS DESTRUYAN!!
“Mundo bipolar”
2022-03-25

Que difícil resulta definir una postura o ideología como buena o mala para toda la humanidad cuando desde el inicio de los tiempos se desarrolló una visión maniquea del mundo donde existe luz y  oscuridad,  cielo  e infierno,  negro y blanco, Dios y el diablo, en resumen del bien y del mal, y así, aunque parezca aberrante para algunos, existen entre nosotros apologistas del mal, de lo diabólico, de la destrucción de instituciones y de todo lo que a los ojos de la mayoría sería considerado del lado del mal.


Al respecto ha evolucionado de tal manera el pensamiento humano que lo que hace apenas unos cuantos siglos era considerado como blasfemia y al blasfemo merecedor de la hoguera, hoy ha quedado determinado que, escudados en la idea de respeto a los derechos humanos fundamentales, cualquier conducta, aun cuando no se apegue a la imagen del bien que sustentan las grandes mayorías, debe ser tolerado pues se ha extendido tanto la teoría política de la igualdad y la tolerancia que todos estamos de acuerdo en que el hombre es libre de sustentar cualquier tipo de pensamiento y expresarlo, aun cuando consideremos que determinada forma de ver el mundo es equivocada.


Todo lo anterior viene a colación con el resurgimiento del conflicto Este-Oeste provocado, o más bien continuado y llevado nuevamente al extremo por Vladimir Putin con la invasión rusa a Ucrania y aunque la mayoría de los países del llamado “mundo libre” han condenado como ilegal y salvaje el ataque indiscriminado del ejército ruso a poblaciones indefensas donde han perecido mujeres y niños inocentes, inexplicablemente existen algunos, para vergüenza de los mexicanos, gobiernos como el nuestro que respaldan la barbarie rusa aislándose del resto del mundo en la creencia equivocada de que el principio de no intervención que históricamente ha dado lustre a nuestra política exterior aplica incluso ante acciones de barbarie y de genocidio que pisotean descaradamente los derechos fundamentales de un pueblo pacífico y trabajador como el ucraniano. Lo paradójico del asunto es que gobiernos que otrora se han caracterizado por ser aliados naturales de Rusia como China, hoy se ha mantenido al margen, si no es que en contra de la invasión.


Reconociendo como comentaba en el inicio de este escrito que lo que piensen las mayorías no debe ser impuesto por la fuerza a toda la humanidad, es de entender la postura de nuestro gobierno en el marco de su manifiesto menosprecio por la vida humana reflejada en la indolencia que hemos venido observando ante la muerte de cientos de miles de compatriotas por la pandemia del COVID19, las más de 110 mil muertes violentas a manos del crimen organizado, las de casi una decena de periodistas, tan solo en lo que va del año, así como las de decenas de niños con cáncer que han fallecido porque les regatearon los medicamentos; sin mencionar la “política de género” promotora y facilitadora del aborto, todo ello explica que no haya la más mínima consideración y condolencia por los miles de ucranianos que están muriendo a manos de Putin ni por los millones de desplazados que han tenido que huir de una muerte segura ante la amenaza del uso de armas químicas y de destrucción masiva como son las que utilizan energía nuclear.


Al término de la segunda Guerra Mundial hace casi 80 años el mundo tuvo un respiro y se llegó a propagar la idea de que la humanidad jamás volvería a sufrir los estragos de  una conflagración mundial tan destructiva e irracional, pero bastó con que un loco contemporáneo, émulo de Hitler tomara el poder en un país tan poderoso como Rusia para volver a vernos amenazados con la destrucción total del mundo como lo conocemos por la vía del nacimiento de una III Guerra Mundial, de la que lo único que sobrevendrá será la destrucción de la humanidad, donde no habrá ganadores pues todos habremos perdido y eso no puede ubicarse en el debate sobre quien está bien y quien está mal, quienes son los buenos y quienes los malos  o sobre a quién debe darse la razón sino en el contexto de nuestro natural e inherente espíritu de sobrevivencia que grita a todo pulmón ¡¡POR FAVOR NO NOS DESTRUYAN!!

 
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