En el marco de la descomposición social que estamos viviendo en México que raya ya en la ingobernabilidad, hemos perdido la esperanza, esa que muchos nunca tuvimos, de que el Presidente llegue a entender lo fallido de su “estrategia de seguridad” basada en la ocurrencia de “Abrazos, no balazos”; y así, cundo vemos a un Poder Judicial indiferente ante tantas barbaridades jurídicas y acciones inconstitucionales por parte del gobierno, hemos llegado a preguntarnos como decían los actores de Chespirito ¡’Oh! Y ahora ¿Quién podrá salvarnos? Y no encontramos la respuesta esperada entre los Ministros de la Corte, pues estos en lugar de decir ¡YO!, se han mostrado impasibles dejando correr al régimen cada vez más de prisa rumbo al autoritarismo y la dictadura.

En ese contexto solo se salvan por su compromiso con la justicia y el Estado de Derecho, ciertos jueces Federales que en uso de sus atribuciones y obligaciones han obsequiado sendas Suspensiones Provisionales y eventualmente definitivas en las demandas de Amparo que algunos grupos organizados de la sociedad o empresas particulares han tenido que promover contra los abusos del gobierno, tal como lo han hecho en el caso de la construcción del tramo 5 del Tren Maya, en el cual, aun existiendo una Suspensión Definitiva para detener su construcción y con ello el daño ecológico y el del patrimonio arqueológico e histórico de la zona, el régimen, por mandato del Presidente ha decidido ignorar la citada suspensión, continuando con la obra y con la devastación, cayendo con esto en desacato, lo cual es una grave falta, penada duramente por la Ley.               

Al respecto es de preguntarnos, por qué los ministros de la Corte no han salido en defensa de los valientes jueces que por cumplir con su deber han sido ignorados, amenazados, vapuleados, y exhibidos como “enemigos del pueblo” por parte de los seguidores del régimen, azuzados, aunque parezca increíble, por el propio Presidente de la República al grito de “no me vengan con que la Ley es la Ley”, cuando la gravedad del tema  debería obligarlos a atraer el asunto, sin pasar por la instancia de los Tribunales Colegiados, para con esto poner de manifiesto que la SCJN cumple con su obligación Constitucional de defender la legalidad y el Estado de Derecho, enviando el mensaje al Ejecutivo de que el Poder Judicial es realmente autónomo y también de que  “A ver bravucón…por qué no te metes con uno de tu tamaño”.

Por ello el tema de esta colaboración es, a ver quién será el valiente que se enfrente a el Presidente y a su régimen del mal para detener tanta arbitrariedad y despotismo; en ese sentido es de esperar que la Corte, como Poder independiente del Ejecutivo pero con el mismo nivel que este, recurra a las Fuerzas Armadas para reestablecer el orden Constitucional, pues es la SCJN la única Institución obligada a mantener la legalidad sin que su intervención equivalga a un “Golpe de Estado”, ya que sus resoluciones cuentan por Ley, con el uso legítimo de la fuerza pública para poder ser impuestas.

En este orden de ideas es de preguntarnos qué lealtad pesará más entre los mandos del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina, si la que le deben a su Comandante Supremo que es el Presidente o la que le deben a nuestra Constitución, que rige y norma las acciones tanto de las Fuerzas Armadas como las del propio Presidente, pues ambos juraron guardarla y obedecerla; de ahí se explica porqué AMLO le ha dado tanto poder y dinero al Ejército y Marina, pues lobo como es, pensará que todos son de su condición y la lealtad no solo se compra con apapachos, sino también con dinero. De ahí que muy pronto habremos de ver “de qué están hechos” los mandos militares y navales de nuestro país y nos preguntamos si seguirán aguantando las humillaciones a que los somete el titular del Ejecutivo al tener que correr y bajar la guardia ante las amenazas, ataques, injurias. escupitajos y atentados que sufren a manos de las bandas del crimen organizado, aunado esto a la humillación de servir como los albañiles del régimen o si el poder y el dinero será suficiente para que los altos mandos condenen a la tropa a mantener la cabeza agachada deshonrando todos los días el uniforme e insignias militares.