El día de ayer en Youtube pude ver el video donde el Dr. Graue, Rector de la UNAM, justificaba ante el cuerpo directivo de nuestra Máxima Casa de Estudios, la resolución de la oficina del Abogado General, de no cancelar el Título Universitario de la, aun Ministra Yazmin Esquivel, por, supuestamente, no contar la Universidad en su normativa con mecanismos jurídicos que se puedan adaptar al tipo de falta que cometió la Ministra, cuando en 1987 plagió la Tesis con la que presentó su examen de oposición para convertirse en abogada.

Aunque en principio suena muy congruente la resolución y la argumentación al respecto porque efectivamente ” a nadie se le puede imponer pena alguna por simple analogía de las Leyes o Reglamentos ni por mayoría de razón” sino con estricto apego al texto de la normativa vigente, todos, o al menos yo, esperábamos una salida más acorde con la gravedad de la falta cometida pues no se trata de una simple abogada postulante a quién en un juzgado de primera instancia, se le pueda acusar de ”coyotaje” por estar ejerciendo la profesión de abogada sin haber cumplido con todos los requisitos para ello, sino de una Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que es el Máximo Tribunal Constitucional de la nación.

Esperábamos más, decía yo, porque el hecho de que este año el Dr. Graue concluye su periodo como Rector nos hacía pensar en que asumiría una actitud valiente y decidida que le permitiera dejar un legado de dignidad y congruencia intelectual apegada a principios de justicia y proclividad a hacer el bien y no a dejar “la víbora chillando” o el “balón rebotando” para que sea otro el que venga a cortarle la cabeza o a rematar a gol.

Después de escuchar toda la argumentación utilizada para justificar la ausencia de una decisión terminante, me quedé con un mal sabor de boca al no encontrar en sus palabras una determinación contundente que salvara la imagen, no solo jurídica sino también moral de la UNAM y del propio Dr. Graue como Rector, cuando no fue capaz ni siquiera de llamarle por su nombre a la, en este caso ofensora, Ministra Yazmin Esquivel Mossa, y así fue que me que quedé esperando un simple añadido en los siguientes términos: “Sin embargo es de reconocer que a grandes males, deben aplicarse grandes remedios y por ello es mi deber como Rector de nuestra Máxima Casa de Estudios, declarar invalidado el Título de Abogada de la Sra. Yazmín Esquivel Mossa”, y continuar diciendo: “remito este asunto a la instancia correspondiente de la Secretaría de Educación Pública, para que en uso de sus atribuciones proceda a cancelar la Cédula Profesional que la Dirección General de Profesiones de esa Secretaría otorgó a la multicitada, ya que por un error imperdonable de la Universidad, este está viciado de origen, a la vez que convoco a nuestro Consejo Universitario a hacer un ejercicio de autocrítica al interior de la UNAM  y en su caso a ofrecer disculpas a la sociedad mexicana por esta y por todos los errores y omisiones que en el transcurso de nuestra vida como Órgano Autónomo del Estado Mexicano  hubieran lastimado nuestro buen nombre y a la sociedad en su conjunto.

Tal vez lo anterior caiga en el ámbito de lo abstracto e intangible, como un simple deseo, pero no por ello deja de ser lo ambicionado en función de la necesidad imperiosa de cuidar la buena imagen de la Institución, actitud que, aunque pudiera carecer de fondo jurídico, habría sido absolutamente bien recibida por los mexicanos de bien, salvando así el buen nombre de nuestra querida Universidad Nacional, dejándola por lo tanto, en una de las últimas acciones de su aun Rector, el Dr. Graue, fortalecida y con su dignidad a salvo, mientras que la “tibieza” con que se abordó el asunto la deja muy mal parada y presa de la acechanza de un régimen al que le urge hacerse con su control en la próxima e inminente elección del nuevo Rector.