Igual que el 11 de diciembre de 2006 y contrario a las promesas de campaña de López Obrador de «regresar el Ejército a los cuarteles», el pasado lunes 11 de mayo se decretó por orden presidencial la integración de las Fuerzas Armadas en la participación de tareas de seguridad pública de manera extraordinaria, regulada, fiscalizada, subordinada y complementaria con la Guardia Nacional, a pesar de que esta última se creó con el propósito de suplir justamente al Ejército de realizar dichas actividades. Esta medida indicaría que el proyecto no funcionó, siendo entonces un rotundo fracaso.
Aunado a lo anterior, es innegable la incongruencia que caracteriza al presidente de hacer exactamente lo contrario a lo prometido durante la campaña. Y aunque es verdad que no sería el primero ni el último en hacerlo, constantemente él mismo se jacta de ser diferente a sus antecesores, pero con estas acciones continúa demostrando ser (por lo menos) igual a ellos en este sentido. Pues no sólo el tema de la militarización lo condena, sino que están los ya abordados temas de economía, inseguridad y salud pública como pilares de cambio en su discurso de campaña cuando aspiraba el cargo que hoy ostenta.
Por supuesto, no podían faltar los serviles y fieles simpatizantes de la llamada 4T, quienes en 2006 condenaron fuertemente y de manera objetiva la idéntica medida de militarizar el país, pero que hoy aplauden con fervor dicho decreto. Como ejemplo nombro a tres de ellos, ya que por su popularidad y fuerza mediática, han quedado exhibidos de manera tajante, teniendo que tragarse las palabras que hace poco menos de 14 años sostuvieron encarecidamente.
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Tatiana Clouthier, diputada federal, llamó «dictador» al expresidente Felipe Calderón cuando tomó la decisión de utilizar al Ejército para lo mismo que hoy decidió hacerlo el presidente Andrés Manuel, ¿seguirá pensando lo mismo? La senadora Citlalli Hernández sugirió intenciones de ingobernabilidad por parte de Calderón por iniciar la famosa ‘Guerra contra el Narco’; hoy dice que utilizar a las Fuerzas Armadas es una «salida extraordinaria para pacificar al país» y culpa al mismo Calderón Hinojosa de que el actual gobierno haya tomado dicha decisión, lo que se traduce en combatir fuego con fuego, ¿no fue justo eso lo que criticó en el 2006? Por otro lado, el Doctor John Mill Ackerman Rose, presentador del programa ‘Diálogos por la Democracia’ de la UNAM, dice que esta medida es un paso hacia la desmilitarización del país, pues en el decreto se especifica que la participación de las Fuerzas Armadas concluiría en 2024. Es decir, mandar al Ejército a las calles es el primer paso para sacarlo de las mismas... ¿Suena lógico?
Ahora bien, más allá de la clara incoherencia que esta decisión representa y la polémica que ella genera, considero necesario analizar, ¿es correcta? Yo diría que no, pues precisamente ya tenemos ejemplos claros de cuáles son los resultados de enfrentar de manera violenta la delincuencia. Hacen falta mejores estrategias de seguridad pública, de eso no hay duda, pero nos referimos a la prevención del delito y a un sistema de justicia efectivo, no a retomar viejas prácticas de las cuáles conocemos sus consecuencias negativas.
Incluso me atrevo a decir que atacar al narcotráfico desde el mercado podría ser una vía de solución más práctica, menos violenta y más efectiva en la lucha contra el crimen organizado. ¿Cómo? Legalizando las drogas y la libre portación de armas, pues esto representaría un duro golpe al mercado negro de estos rubros. Pero claro, estos temas siguen generando tabús en Latinoamérica, particularmente en México, por lo que hablar de ello puede generar más polémica que la misma militarización.
En fin, sólo espero que durante este periodo en el que el país regresa a ser ocupado por el Ejército exista la pacificación que tanto se promete, aunque para ser sincero, no creo que así sea...
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